Falleció Miguel Ángel Russo a los 69 años luego de pelear durante años contra un cáncer. Miguelo no nació futbolísticamente en Central, pero se enamoró del club. Es el gran artífice de este momento.
Se nos fue Miguelo, ahora otro Ángel canalla estará cuidando a la Acadé desde el cielo. La figura más relevante de Rosario Central en el siglo XXI ya no está entre nosotros. Y como toda nota de esta índole, lo que escriba será totalmente personal dejando de lado mi rol de periodista ya que a una figura que conozco desde hace más de cuarenta años, y que atravesó mi vida futbolística, no puedo despedirla ni de manera objetiva ni con un obituario común y corriente. Russo era mucho más que eso.
Inteligente, astuto, analítico y vivo como pocos. Así fue en su etapa como jugador en Estudiantes de La Plata donde formó parte de uno de los mejores equipos que vi en mi vida, el dirigido por Carlos Bilardo en 1982. Allí era el encargado de marcar en la mitad de la cancha para que José Daniel Ponce, Marcelo Trobbiani y Alejandro Sabella puedan jugar. Ese equipo del Pincha no ganó la Libertadores sólo porque el Doctor ya estaba dirigiendo a la selección nacional…
Su paso por la celeste y blanca fue positivo, pero se quedó sin jugar el mundial 86 debido a una lesión en una de sus rodillas. Se perdió la famosa concentración en Tilcara en enero de 1986 comandada por mi abuelo, el profesor doctor Bernardo Benigno Lozada. Allí se buscó la respuesta tanto física como psicológica de los jugadores a la altura. De haber participado de ese campamento, sin dudas hubiese formado parte (era el volante central titular hasta ese momento) del plantel campeón en México 86.
Poco tiempo después comenzó su etapa como entrenador, donde logró algo muy difícil en nuestro fútbol: ser amado y respetado en casi todos los clubes en los que trabajó: Lanús, Rosario Central, Estudiantes, Boca Juniors y Vélez Sarsfield. En todas estas instituciones fue campeón ya sea de primera división o de la B Nacional, un logro único.
Incluso fue muy respetado por sus rivales. River Plate, Newell’s Old Boys y Gimnasia y Esgrima La Plata mandaron sus condolencias pese a que Miguel estaba identificado con Boca, Central y Estudiantes. Su historia con la Acadé es muy particular ya que la dirigió en cinco ocasiones teniendo que superar niveles de complejidad muy distintos en cada etapa. «Esto es Central» sintetiza perfectamente a lo que es el club de Arroyito.
Llegó en el invierno de 1997 con las expectativas de armar un buen equipo y tratar de pelear, en la medida de lo posible, ante Boca Juniors y River Plate. Las ilusiones no iban más allá de eso ya que nadie se imaginó lo que estaba a punto de ocurrir el 23 de noviembre de 1997. En la previa era un clásico más pero el destino se encargó de que fuese un partido inolvidable para los dos clubes de nuestra ciudad dejándolos marcados a fuego.
A partir de allí nació ese romance eterno que se afianzó en los siguientes ciclos del club. pero que tomó particular intensidad con el ascenso del 2013 que marcó la refundación de Central y el primer clásico en esa vuelta a primera, el inolvidable 2-1 con el gol del Sapito Encina tras una habilitación de cabeza desde el piso del Chino Luna. Allí se convirtió directamente en ídolo. Y otro dato que habla muy bien de él es que nunca le dijo que no a la Acadé aunque eso significara poner su prestigio en juego tal como hizo en 2009 y 2012.
Su último paso por el club le dio el título que se le había negado en otras ocasiones. Como un viejo orfebre moldeó el equipo a su gusto. Empezó con la misión de sacar muchos puntos para alejar a Central de una situación incómoda (¡cuando no!) y terminó siendo campeón. Nunca más merecido un título por todo lo que representa para el hincha.
La gente no lo olvidará jamás ya que forma parte de la memoria colectiva auriazul, un privilegio reservado a muy pocas personas. Miguel vino con sus últimas fuerzas al Gigante a despedirse de nosotros sabiendo que ya no tenía tiempo para nada más. Quería estar entre nosotros una última vez. Y fue muy feliz por pisar nuevamente su casa, la ovación que cayó desde los cuatro costados fue ensordecedora y conmovedora (así recordé su visita).
Su legado va más allá del título conseguido porque le mostró a Central el camino que debía seguir, un sendero de excelencia, competencia y títulos. La Acadé era un gigante dormido que de la mano de Miguelo despertó y nadie se imagina hasta donde pueda llegar. El pueblo Canalla no te olvidará jamás ya que sos parte de la historia del mismo. Marcaste un camino y hacia allí marchamos, te amamos.

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