El Canalla se quedó con el clásico una vez más. Ganó 1-0 con gol de Facundo Mallo en un partido chato y sin emociones. Ambos equipos se jugaban su futuro y por ello se dedicaron a no jugar. Central lo ganó porque tuvo mayor ambición con los cambios.
Rosario Central se quedó con una nueva edición del clásico rosarino que le dio muchísimo aire al interinato de Matías Lequi y que armó un lío fenomenal en el parque Independencia donde ya no sólo Sebastián Méndez es cuestionado como técnico de la Lepra sino que Ignacio Astore pierde cada vez más su legitimidad a la hora de gobernar. Claro que el Canalla no desató esta crisis ahora sino que es el resultado de los últimos once años desde volvió a primera.
La Acadé rompió el clásico rosarino y por las únicas razones que puede seguir llamándose como tal es por la ubicación geográfica de ambos clubes y por su rivalidad histórica. Estadísticamente Newell’s va camino a transformarse en Huracán (San Lorenzo le lleva treinta y nueve partido en el historial) aunque aquí hay que hacer una salvedad: Central-Newell’s es (o era) un clásico mucho más parejo desde todo punto de vista que el partido que juegan un grande como el Ciclón y un club de barrio como el Globo ya no hay punto de comparación entre ambas instituciones de la ciudad de Buenos Aires.
Esto significa que la Lepra está dominada psicológicamente por su archirrival. Central se despertó después del gol anulado a Ángelo Martino mientras que Newell’s perdió fuerza y se entregó mansamente a los caprichos de Nacho Malcorra y del Canalla que lo doblegaron solamente por mostrar apenas un poco más de determinación para ganar el encuentro.
Me enseñaron desde chiquito que a los clásicos hay que ganarlos. Siento mucha alegría porque la gente puede disfrutar e irse contenta y más allá de que este sea un interinato, la obligación en el clásico está siempre porque así lo exige un club grande como este.
Matías Lequi en conferencia de prensa
La Lepra sabe y siente que haga lo que haga siempre va a terminar desinflándose y perdiendo el partido. En esos veinticinco minutos donde jugó mejor que Central no puedo generar situaciones de gol claras y al primer traspié (el gol anulado) se derrumbó anímicamente. La expulsión de Ángelo Martino sólo sirvió para mostrar los nervios, la impotencia y la tensión que se están viviendo en el Parque Independencia debido a la paternidad pornográfica que ejerce la Acadé y que se disparó en los últimos años.
La roja al marcador de punta de Newell’s significó el fin del partido como una disputa donde ambos equipos buscan el triunfo ya que a partir de allí todo fue de Central. El ingreso de Nacho Malcorra y de Lautaro Giaccone (¿es una buena idea que Yonny Gómez juegue de extremo en un sistema 4-2-3-1? Al menos para mí no) revitalizaron a la ofensiva centralista. Y el Lord volvió a hacer de las suyas ya que este tipo de partidos están hechos a su medida.
Cuando se paró frente a la pelota luego del foul de Juan Méndez todos intuían adonde iría esa bocha pese a que estaba en una posición un poco más oblicua respecto al gol del 2023. Facundo Mallo estuvo más rápido que todos para ir a buscar el rebote de Ramiro Macagno (rechazó la pelota hacia adelante en lugar de hacerlo a un costado) y marcar el tanto del triunfo desde una posición incómoda. Fue un típico gol de centrodelantero hecho por un defensor.
Esa conquista significó un golpe de nocaut para Newell’s que ya había bajado los brazos un rato antes. Ever Banega parecía un alma en pena mientras estuvo en cancha ya que Mauricio Martínez no lo dejó jugar nunca y el hecho de que los jugadores de la Lepra hicieron tiempo desde el comienzo del partido muestra el miedo escénico que sufren cuando deben jugar contra Central. El Canalla ganó una vez más y esta racha se está convirtiendo en el relato de una época que los hinchas auriazules no olvidarán jamás.
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Fotos: gentileza Prensa Rosario Central
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