
Para 1917, Rosario Central estaba encumbradísimo dentro del ambiente futbolístico local y nacional. Entre sus figuras se destacaban un ya veterano Zenón Díaz, Harry Hayes y su hermano, Ennis, quien no solo descollaba por su enorme habilidad sino por su carácter particular y díscolo que muchas veces volcaba en la cancha. Sus picardías y travesuras en el campo de juego hacían las delicias de la tribuna centralista, pero sacaban de quicio a sus rivales y hasta a Harry, quien con su personalidad seria y caballerosa estaba en las antípodas de su hermano.
Ennis era divertido, irreverente y desvergonzado para jugar, pero, así como era rápido para dejar atrás a sus rivales con gambetas endiabladas, también lo era para que se le suelte la cadena, reaccionando de la peor forma. Una muestra de esto fue lo que ocurrió en la semifinal contra Racing Club por la Copa de Honor de 1917. En ese torneo, Rosario Central había comenzado de gran forma las fases preliminares que se jugaban en Rosario, ganándole 3 a 0 a Belgrano el 19 de agosto por octavos y 9 a 1 a Nacional, el actual Argentino, el 1 de noviembre en la cancha de barrio Refinería.
Un mes después, el 2 de diciembre y en la cancha darsenera de River Plate, se enfrentaron los dos mejores equipos de la Argentina, Rosario Central y Racing Club, empatando uno a uno, con gol convertido por Ennis Hayes. Por ello es que hubo que jugar un partido desempate, nuevamente en Buenos Aires y para el cual la Asociación Argentina de Football cometió el gran error de designar como árbitro al polémico José Vacarezza.
Este referee era conocido por sus malas actuaciones. Su mala fama no solo era notoria en el ámbito del fútbol sino también en los periódicos de la época, como el diario La Nación que definía a Vacarezza como “un juez divorciado en lo absoluto de la simpatía popular y el respeto de los clubes”. En Rosario, el diario Crónica advertía lo siguiente: “El hombre usa mañas y acostumbra hacerse el tonto para pasarla bien… no siendo difícil que se produzca el bombeo…” Y en una gran premonición, avizorando las muy probables polémicas, el diario rosarino se preguntaba: “¿No lo afeitarán al “chivo” (Vacarezza)?”.
Si señor, el chivo fue afeitado y el barbero que se encargó de rasurar al árbitro con una certera trompada fue Ennis Hayes. El rubio delantero no aguantó más las injusticias que se iban sumando minuto a minuto. A la muy notoria parcialidad del árbitro se le sumaba el juego sumamente brusco de los hombres de Racing Club, quienes tenían sobre todo a Harry Hayes como presa y objetivo principal de su violenta cacería. Hasta que en el segundo tiempo todo estalló. Ennis estalló. Un jugador de Racing cayó en el área de Central por un simple accidente; al comprobar su dolor, los jugadores de ambos equipos le solicitaron al árbitro que detuviera el partido para que ingresara la atención médica. Sin embargo, y ante la sorpresa de todos, el juez dispuso que se había cometido una infracción y dio un penalty-kick para el conjunto porteño.
Ese fue el detonante para que todo Central se fuera contra el árbitro y ahí fue donde Ennis Hayes, a pesar del esfuerzo de su compañero Bruno, golpeó en el rostro al referee. Acto seguido, el capitán Zenón Díaz decidió que su equipo dejara el campo de juego en clara señal de desacuerdo ante el injusto accionar de Vacarezza. La reprimenda de la Asociación Argentina de Football no se hizo esperar, sancionando por dos años a Ennis Hayes y haciendo extensivo el castigo a los campeonatos rosarinos. Por suerte, el 6 de marzo de 1918, y en vista a los informes recibidos de los veedores, se le levantó la sanción al vehemente delantero auriazul. Quedaba Ennis para rato.

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