
El casamiento de Aldo Poy y los detalles de una noche inolvidable
2 de enero de 1974. La iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, ubicada en Alberdi y French, estaba lista para un casamiento muy especial. A las nueve de la noche de aquella cálida jornada estaba anunciada la boda del célebre jugador auriazul Aldo Pedro Poy y María Isabel Gómez, hermana de “Hijitus” Gómez, ex compañero de Aldo en Central. La pareja se dirigía feliz a la iglesia, escoltada por una caravana de autos y camiones, llenos de hinchas auriazules. En otro vehículo iban los padrinos, Norma Poy de García y José Gómez. Hasta ahí el acompañamiento de varios seguidores centralistas era lógico. Se casaba el máximo referente del campeón rosarino y era de suponer que algunos canallas estarían a su lado.
Pero al aproximarse a la iglesia la sorpresa de todos fue total; empezaron a ver cada vez más y más hinchas de Rosario Central hasta que la multitud se transformó en un auténtico océano canalla. A duras penas lograron estacionar los autos y de ellos bajaron los protagonistas de la noche. Aldo, de elegante smoking negro con moñito haciendo juego, lucía su característico mostacho y su melena triunfante, arreglada para la ocasión. María Isabel, bellísima, estaba enfundada en un vestido blanco inmaculado. A ambos los unía el amor, pero también la preocupación por la desbordante situación que se les planteaba al querer ingresas al tradicional templo de barrio Arroyito.
Es que semejante condición multitudinaria no se había visto nunca en la ciudad para la celebración de un matrimonio. Avenida Alberdi estaba cortada, seis cuadras llenas de gente de vereda a vereda. Casi diez mil centralistas aprovecharon el «casorio” para festejar con el ídolo, para gritar a viva voz “¡¡Aldo Poy, Aldo Poy!!”. Junto al canto de la muchedumbre, que vivaba por la figura del campeón argentino, retumbaba el potente sonido del bombo del Tula y las banderas con los colores de Central hacían recordar a los domingos de fútbol en el estadio de Arroyito. La calle era un infierno auriazul y dentro de la iglesia la cosa no era muy distinta. Varios de los presentes intentaban arrancar velas, pedazos de banco y hasta dedos de los santos para llevarse como souvenir. Algunos osados saltaban en los techos del confesionario y otros quisieron vestir a las imágenes con camisetas centralistas.
El sacerdote Fermín Villagra no podía creer lo que se estaba viviendo en su iglesia. Hasta que por fin Aldo y María Isabel pudieron ingresar. “Los caso en cinco minutos porque me están rompiendo todo” La ceremonia se realizó, fue emotiva pero lo más resumida posible. El cura se desesperó y le dijo a Aldo que salgan por atrás. Pero este con más atino le respondió «Padre, mire que, si salgo por atrás, le van a quemar la iglesia» por lo que se decidió salir por la puerta principal. Afuera todos querían saludar a la pareja. La policía que había llegada para tratar de controlar a la marea humana pudo a duras penas realizar un pasillo. María Isabel se desvaneció, sobrepasada por la situación, pero sin embargo logró recomponerse de forma rápida. Con esfuerzo y en medio de una demostración de cariño inolvidable, el flamante matrimonio logró subirse al Peugeot 504 de Jorge Andrada, amigo de Aldo.
Arrancó el auto y como se pudo lograron dejar atrás a una muchedumbre de pies pisados por las ruedas del vehículo. Atrás quedaba también la Perpetuo Socorro y dentro de ella el padre Fermín, que casualmente dejó los hábitos al poco tiempo y se fue a vivir a Córdoba. Quizás asustado por tanto descontrol canalla. O quizás su creencia se vio vencida, al comprender que el amor que sentía hacía su Dios celestial nunca iba a igualar a esa demostración de amor sacrílego y pagano que el pueblo canalla le brindó aquella noche a su Dios de carne y hueso, a su ídolo de bigote y pelo largo.
Después del inolvidable casamiento por iglesia, los novios se dirigieron a la fiesta de bodas, previo paso por la casa de un fotógrafo amigo. Ahí se arreglaron un poco y aprovecharon para tomarse algunas fotos. Ya más tranquilos, Aldo y María Isabel fijaron rumbo hacía el hotel de calle Corrientes donde se realizaría la fiesta, alejados ya del pandemonium centralista de Arroyito. Sin embargo, al llegar el automóvil al hotel se desató nuevamente la locura auriazul. No se sabe cómo, pero se filtró la dirección de la fiesta y varios centralistas se llegaron hacía el lugar.
Por suerte apareció el «Tula» y a este le pidieron que arregle la entrada, así los novios podían disfrutar de la tan esperada celebración. El conocido jefe de la barra centralista, organizó como pudo a los enfervorizados hinchas y finalmente Aldo Poy y su señora ingresaron al hotel. La celebración había dado comienzo, pero en la calle la gente no se movía del lugar. Fue así que Aldo, cual improvisado General Perón, salió a uno de los balcones del hotel para saludar a su «pueblo», desatando la algarabía de todos los hinchas presentes en la calle Corrientes. Junto a ellos la masa centralista en su totalidad siguió con los festejos, esos que habían comenzado cuatro días antes, el 29 de diciembre de 1973, cuando todos los canallas gritaron ¡¡CENTRAL CAMPEÓN!!

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