Que nacieron hijos nuestros…
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Rosario Central está viviendo una era dorada en el clásico y en lo deportivo. El germen de esta locura fueron los tres años que el Canalla pasó en la B. A base de resultados terminó marcando la agenda deportiva e institucional de Newell’s Old Boys.
Ni el hincha más termo de la Acadé en su sano juicio imaginó en el 2013 que la institución de Arroyito iba a vivir doce años inolvidables (y contando, esto no se termina acá) en los cuales el club de sus amores iba a jugar siete finales, ganar dos títulos y ampliar de manera escandalosa y pornográfica su paternidad sobre Newell’s Old Boys.
El clásico rosarino es el último bastión de folclore que le queda al fútbol argentino, es un grito de identidad y de resistencia ante tanto tiktoker y youtuber que pululan por Internet. Y en ese ámbito Central le viene ganando por goleada a la Lepra. Basta con darse una vuelta por X (ex Twitter) o Instagram para verificar que los hinchas rojinegros están rascando el fondo de la olla ante tantos resultados adversos acumulados desde el 2013 en adelante.
Es un despropósito manifestar que esta era de dominio centralista es sólo una racha. Cuando se emplea este término es para limitar períodos cortos de tiempo que en este caso no son más de dos o tres años mientras que aquí estamos hablando (y escribiendo, of course) de doce años como mínimo ya que será muy difícil para el club del Parque Independencia revertir esta tendencia a corto plazo. O porque sólo se busca ningunear los logros del adversario…
Las duras canchas de la B Nacional pusieron los cimientos de este tiempo de grandeza en el cual ni los hinchas ni los jugadores ni los dirigentes leprosos saben como contrarrestar. Y cada partido que pasa es una daga que se clava más profundo en el orgullo rojinegro ya que el único argumento que tienen sus simpatizantes para entablar una batalla en redes con los hinchas auriazules es decir «tienen cuatro descensos, se fueron cuatro veces a la B», como si el fracaso fuese una deshonra ajena a la condición humana.
Al hincha de Rosario Central no le molesta su historia y por ello no la niega mientras que el simpatizante rojinegro vive en una realidad paralela que se lo está llevando puesto. Entre tanto Newell’s Old Boys perdió el rumbo futbolístico e institucional de manera notoria, Rosario Central sigue adelante con su plan para seguir sumando clásicos (¿estamos de acuerdo en que es un título sin estrella bordada?) y eventualmente campeonatos.
Mientras uno se hunde futbolísticamente clásico tras clásico y se siente vulnerable y desprotegido, el otro sale fortalecido y se siente invencible. Los diferentes jugadores y técnicos que pasaron por el Canalla en estos doce años decodificaron correctamente el mensaje de la gente para afrontar este partido tan especial. El Canalla encontró una manera de jugarle a Newell’s que la Lepra aún no pudo anular de manera efectiva.
En eso ayudó muchísimo que el entrenador de la vuelta a primera haya sido el eterno Miguel Ángel Russo, un tipo plenamente identificado con el club de Arroyito. Sin su presencia en los tres primeros clásicos (en el Gigante en el 2013 y 2014 y en el Parque en el 2014) hubiese sido complicado establecer esta era dorada de dominio casi absoluto. Miguelo es un protagonista fundamental de esta historia ya que entiende el clásico como pocos.
Esta era está lejos de terminar ya que el Canalla ocupa el centro del ring y domina psicológicamente a su rival. En el último clásico debió reponerse del aluvión de Newell’s en el comienzo, de la hostilidad de la gente y de la inoportuna lesión de Facundo Mallo. Todo eso en menos de diez minutos. Bastó que Jaminton Campaz encarara hacia el arco de Keylor Navas para que la Lepra se desinfle moralmente. Y esto repetido hasta el infinito en un bucle eterno que sólo le trae alegría al hincha de Central.
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Fotos: gentileza Prensa Rosario Central
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