
Rosario Central y Tiro Federal están unidos por varios aspectos de sus respectivos nacimientos. Los dos clubes comparten un mismo origen ferroviario, siendo ambas entidades fundadas por trabajadores de los talleres del Ferrocarril Central Argentino. Pero mas allá de esa hermandad ferrocarrilera, Central y Tiro compartían un mismo contexto barrial en los populosos suburbios de la zona norte rosarina. El barrio de Talleres los vio crecer y sus canchas se encontraban a solo siete cuadras de distancia una de la otra. Si hasta los equipos de los torneos internos del ferrocarril estaban integrados por jugadores de ambos clubes. Por ejemplo, en 1912 y disputando la Copa Loveday (nombre del gerente del FCCA), el equipo Locomotoras se componía de cuatro jugadores centralistas (Juan y Zenón Díaz, Ignacio Rota y Pablo Molina) y siete tirolenses (Pedro Mónaco, Antonio Guidi, Ernesto Faggiani, Conrado Grieshaber, Carlos Guidi y Julio Morgoux).
Pero como en todo barrio, los vecinos no solo compartían, también había lugar para la rivalidad, que es cierto no llegó a ser tan fuerte como la que existía con Newell´s Old Boys pero que también tuvo sus grandes encontronazos. Entendamos que en esos años la enemistad contra el equipo del Parque de la Independencia iba por otros lados, con el rojinegro se peleaba para saber quién era el mejor de la ciudad. Con Tiro Federal se luchaba por ver quien mandaba en el barrio. A los de Newell’s se los veía cada tanto, muy pocas veces se animaban a mostrar la “jeta” por los suburbios del norte. Con los tirolenses era distinto, con ellos se cruzaban a diario en el Ferrocarril, en el Bar de Fuggini, en el Colegio de los Talleres, en las calles de la zona, etc.
Los partidos de liga entre estos equipos eran toda una fiesta y se esperaban con gran entusiasmo por las dos parcialidades vecinas, aunque muchas veces los ánimos se vieron exasperados por lo que pasaba dentro y fuera de la cancha. Eso fue lo que ocurrió el 9 de julio de 1911, en una doble jornada realizada en cancha de Gimnasia y Esgrima, cuando Rosario Central fue beneficiado con un muy dudoso gol. A los 24 minutos, Danny Green tomó el balón fuera del área y sacó un fuerte disparo, el cual no pudo ser retenido por el arquero tirolense Araujo, aunque éste se recompuso y volvió sobre sus pasos para quedarse con la pelota. Pero para sorpresa de todos, el árbitro Paddy Mc Carthy, parado cerca de la mitad de la cancha, decretó el gol para Rosario Central, lo que provocó la reacción de todo el equipo tirolense, que al ver que el irlandés no cambiaba de opinión abandonó el campo de juego. Veinte minutos después, y luego de muchas discusiones, volvieron al campo de juego para proseguir con el partido, pero bajo protesta.
A comienzos de la Copa Vila de 1917, Rosario Central disfrutaba de la gloria bien ganada y el prestigio de ser, junto con el Racing de Avellaneda, uno de los dos mejores equipos del país. Tricampeón de la liga rosarina y de dos copas nacionales, era gran protagonista en todo lo que jugaba. Por el lado de Tiro Federal, el presente albiceleste lo mostraba un paso atrás de Central. Con una gran plantilla de jugadores, había sido el único equipo de Rosario que el año anterior le pudo sacar un punto a los auriazules. Esta vez el fixture los encontraba en la segunda fecha, el 22 de abril de 1917 y en la cancha del Cruce con un pronóstico reservado. El partido comenzó con Central atacando y la dubitativa defensa de Tiro aguantando como podía hasta que en un ataque albiceleste remató el ex tallarín Fidel Ramírez y el árbitro Juan Rovasio convalidó el uno a cero a pesar de las protestas centralistas, ya que la pelota no había ingresado al arco. De ahí en más el encuentro se desmadró y un ofuscado Zenón Díaz se retiró del campo de juego. Momentos después Juan Sintoras se lesionó y dejó a su equipo con nueve jugadores. Esa desventaja fue letal y Tiro Federal terminó venciendo cuatro a cero.
La fiesta tirolense fue total, los albicelestes dieron rienda suelta a los festejos en su sede social y hasta se atrevieron a algunas travesuras. Como la que tristemente comprobó don Venancio Fuggini cuando a la mañana siguiente del partido no encontró a su famoso burro, el cual apareció horas después con un listón celeste atado a la cola. Aunque donde se vivieron momentos tensos fue en la parada del ferrocarril, momentos previos a la jornada laboral. Por aquellos días ya se habían inaugurado en la ciudad de Pérez los nuevos y magníficos Talleres Gorton, propiedad del Central Argentino, donde trabajaban varios jugadores de Central y de Tiro Federal, quienes compartían a diario las formaciones que hacían el trayecto desde la parada del Cruce Alberdi hasta los talleres de Pérez. El jueves 23 de abril, cerca de las 6 de la mañana y momentos antes de abordar el tren, se encontraron en la estación los muchachos de Tiro y de Central. Ahí todo se desmadró.
Primero empezaron las miradas, luego los gestos desafiantes y compadritos, hasta que la cosa subió de tono con insultos a viva voz y el consiguiente revoleo de castañazos para todos lados, aunque los muchachos albicelestes tenían un objetivo definido, Ennis Hayes. El talentoso delantero auriazul había hecho gala durante el encuentro de su díscolo carácter y, enojado con el desarrollo del partido, repartió a diestra y siniestra varios golpes en cuanto tuvo oportunidad. Por eso los tirolenses esa mañana ferroviaria lo tenían entre ceja y ceja y hacia el joven delantero dirigieron varios golpes. Sin embargo, el notable delantero centralista tuvo la suficiente claridad para dejar su marca en un rostro albiceleste. Ennis no era un hueso fácil de roer.
Exactamente tres meses después, el 22 de julio, Central y Tiro se volvieron a ver las caras, esta vez en la cancha federalista que se ubicaba en la calle Humberto 1°, al lado del polígono del Tiro Federal Argentino, adonde se podía llegar desde el centro de la ciudad en los tranvías 4 y 5. La previa del partido no ofreció un panorama muy claro para aventurar un triunfador: Tiro Federal tenía un gran equipo, Central también, pero no podía contar con su máxima estrella, el internacional Harry Hayes. El día del partido la cancha se encontraba en muy mal estado debido a las lluvias caídas el día anterior. Pero esto no fue demasiada dificultad para Rosario Central, quien de la mano de su brillante quinteto ofensivo consiguió una resonante victoria por tres a cero.
Los jugadores centralistas tenían un muy fresco recuerdo del clásico anterior, el que Tiro Federal había ganado 4 a 0 en el Cruce y de las variadas situaciones que se dieron en los posteriores festejos tirolenses. La venganza auriazul comenzó apenas finalizado el partido, cuando los vencedores centralistas sacaron de sus ropas unos provocadores pañuelos de color negro con los que se secaron la transpiración. Al mismo tiempo la hinchada de Central que se había acercado a la cancha de Tiro empezó a hacer gala de todo un arsenal de petardos y cohetes, dando muestras de que aquel no era un partido mas para las huestes auriazules. La cosa no terminó ahí: por la noche, un grupo de jugadores, entre los que se destacaba un Ennis Hayes totalmente vestido de negro, se dirigió en jocosa caravana hasta el bodegón ubicado en Jujuy y Ovidio Lagos para seguir con los festejos. La casa estaba en orden, el barrio volvía a ser de Central.
GERMÁN ALARCÓN

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